El siglo XIX
Siguiendo la tendencia del último tercio del siglo XVIII, la primera mitad del XIX afectó negativamente a la Semana Santa de Sevilla.
A la crisis que lastraba a las cofradías contribuyeron varios hechos sobrevenidos en la primera mitad del siglo XIX, como la epidemia de fiebre amarilla de 1800, la ocupación francesa y los procesos desamortizadores, como el del ministro de Hacienda Juan Álvarez Mendizábal en 1836. Entre 1820 y 1825 ninguna cofradía hizo estación de penitencia en Semana Santa. Los motivos habría que buscarlos en los movimientos políticos y sociales de aquella época.
A mediados del siglo XIX la situación varió de forma positiva. El pensamiento romántico favoreció el interés por resucitar antiguas cofradías que permanecían en estado latente, unas con un número reducido de hermanos que apenas mostraban interés por ellas y otras, sin hermanos y condenadas al olvido en sus capillas o altares.
Fue a partir de este momento cuando comenzó una fructífera etapa de unos 75 años en los que recobraron protagonismo un numeroso grupo de hermandades que se encontraban desorganizadas, sin vida interna, sin efectuar sus estaciones de penitencia y esperando mejores tiempos. Esta es la situación que vivían nuestras imágenes en el beaterio, a pesar de contar con el celo y el cuidado que le profesaban las religiosas trinitarias.
La desorganización de la Hermandad no fue un hecho aislado ni una circunstancia específica, sino algo común a muchas cofradías a lo largo de su historia.
José Bermejo y Carballo
Junto a los duques de Montpensier, otro personaje “rehabilitador de hermandades” fue el abogado, escritor e historiador de las cofradías José Bermejo y Carballo (Sevilla, 1817-1888). Junto a él, un grupo de cofrades revitalizaron a un buen número de hermandades que no se encontraban en un momento óptimo.
En 1882, José Bermejo y Carballo publicaba Glorias Religiosas de Sevilla. La completísima obra de José Bermejo fue el resultado de la ingente recopilación de datos, análisis y redacción de este compendio histórico de las hermandades de penitencia. Entre las hermandades estudiadas por Bermejo en su libro figura en noveno lugar la de la Bofetada que le dieron a nuestro Divino Redentor en Casa de Anás, Santísimo Cristo del Mayor Dolor y María Santísima del Dulce Nombre, establecida en el Beaterio de la Santísima Trinidad.