Declive de la Casa de las Huérfanas y de la Hermandad

El historiador dieciochesco Fermín Arana de Varflora (Sevilla 1745-1804) escribió en 1766 una obra titulada Compendio histórico descriptivo de la Muy Nombre y Muy Leal Ciudad de Sevilla, en la que nos ofrece una información muy valiosa sobre el estado de la Hermandad en el último tercio del siglo XVIII.

Así, en el capítulo XIV, bajo el título De las funciones sagradas, y profanas, que en Sevilla anualmente se celebran describe que la relación de cofradías estaba formada por 40, y entre ellas la del Santo Christo del Mayor Dolor o Bofetada, de las Niñas Huérfanas.

En 1789, este autor publicaba de nuevo este importante compendio e indicaba que se han extinguido muchas que con el mismo destino de hacer estación se habían fundado. Entre las relacionadas en este grupo, incluía a la de Jesús del Mayor Dolor en las Huérfanas.

A lo largo del siglo XVIII, la Semana Santa se vio afectada por un largo periodo de decadencia debido, principalmente, a la crisis económica y demográfica de la ciudad y a las políticas ilustradas. Durante este periodo se redujo considerablemente el número de cofradías. Algunas dejaron de practicar su estación de penitencia, permaneciendo inactivas durante décadas. Otras sufrieron peor suerte y desaparecieron para siempre entre mediados de este siglo y el mismo periodo del siguiente.  

El declive de la Hermandad del Cristo del Mayor Dolor y Dulce Nombre de María coincidió con el reinado de Carlos III (1759-1788) y también con la crisis de la Ilustración tras un siglo de esplendor, tras su asentamiento en el Hospicio de las Huérfanas en 1666.

A pesar de la progresiva decadencia de la Hermandad, la capilla seguía abierta y en ella se daba cumplimiento a su finalidad cultual. Este hecho lo justifica el hecho de que se celebraran turnos del Jubileo Circular de las XL horas los días 9, 10, 11 y 12 de septiembre de 1796 o 1797 por la Hermandad del Dulce Nombre.

El beaterio de la Santísima Trinidad y el padre Bartolomé Cabello

El 8 de mayo de 1774 falleció la fundadora del Beaterio de la Santísima Trinidad y a pesar de los esfuerzos de la comunidad, el establecimiento religioso cayó en decadencia.

El sacerdote Bartolomé Cabello y Barroso (Pilas, 1738-Sevilla, 1810), fue el restaurador de la orden trinitaria de Madre Isabel e impulsor del beaterio tras el fallecimiento de la fundadora. Al poco tiempo de ser nombrado director, logró que la comunidad tuviera 23 beatas y 80 niñas.

Bartolomé Cabello formó parte de una élite de clérigos que desarrolló una importante labor pastoral e intelectual en la Sevilla ilustrada. Una de sus grandes preocupaciones fue el estado decadente que presentaba el hospicio de huérfanas de la Magdalena. Consciente de la situación de las niñas, en 1794 se dirigió al Ayuntamiento de Sevilla para solicitar la traslación de éstas al beaterio.

El Ayuntamiento atendió la petición de Bartolomé Cabello bajo condiciones, entre ellas que se habría de mantener y enseñar a ocho niñas de edades entre los siete y los dieciocho años de edad, proveyéndose por el Ayuntamiento o su diputación las vacantes que se verificasen, teniendo la facultad de visitarlas para comprobar si estaban bien asistidas y cuidadas. El beaterio recibiría el usufructo de los arrendamientos de la extinta Casa de las Huérfanas. En cabildo que celebró el Ayuntamiento el 30 de enero de 1795 se acordó la traslación provisional de cuatro niñas huérfanas que había en la Casa y la designación de otras cuatro por parte del Consistorio hispalense.

Tras el acuerdo adoptado y bajo tales condiciones, el 19 de abril de 1795 las niñas fueron trasladadas al Beaterio de la Santísima Trinidad.

Después de dos siglos, el instituto benéfico de la plaza de la Magdalena perdía su razón de ser. En la capilla, con cierta actividad aún, se mantuvieron ocho años más las imágenes de la Cofradía del Mayor Dolor y Dulce Nombre de María, los retablos, ornamentos y enseres.

En febrero de 1803 el Ayuntamiento instruía un expediente para la venta del hospicio de las huérfanas. Conocedor del proceso de enajenación del inmueble, Bartolomé Cabello solicitaba a primeros de enero de aquel año al Ayuntamiento que las santas imágenes y altares fueran trasladados a la iglesia del Beaterio, con la precisa obligación de volverlas a restituir a dicha capilla cuando el Ayuntamiento lo creyera oportuno.

El Ayuntamiento, consciente de la realidad que se cernía sobre las imágenes, accedió a la solicitud del sacerdote. Así, el 14 de enero de aquel año el cabildo de la Ciudad de Sevilla acordaba la entrega de las imágenes a Bartolomé Cabello, elaborándose un inventario de bienes y escritura pública. El uno de febrero de 1803, el marqués de Torreblanca dejaba constancia de la entrega de las imágenes.

La labor de este sacerdote fue fructífera, pues en 1804 el beaterio ya contaba con 24 beatas y 153 niñas. El 5 de diciembre de 1810, falleció Bartolomé Cabello a la edad de 72 años. Toda su herencia recayó en el Beaterio, en cuya capilla está enterrado por voluntad propia.