La reorganización
Desde su publicación, Glorias Religiosas de Sevilla se convirtió en una pieza fundamental en las bibliotecas de los amantes de la historia de las cofradías sevillanas. La labor de José Bermejo no cayó en saco roto. La información ofrecida de la Hermandad permitió, por una parte, que no se perdiera totalmente su memoria y por otra, que la lectura de sus páginas sirviera años después para activar la inquietud del joven Alfredo Estrada de la Roza a conocer más detalles de aquella antigua corporación que, en estado latente, esperaba mejores tiempos en el Beaterio de la Santísima Trinidad. Juan Pérez Calvo, compañero de Estrada de la Roza en las aulas de la facultad de Derecho, sería contagiado por este en la inquietud de revitalizar la antigua y casi olvidada cofradía.
Según contaban ambos protagonistas, en torno a 1918, algunos domingos a las 7:00 de la mañana se reunían en un café existente en la Puerta de Jerez y desde allí encaminaban sus pasos hasta el beaterio para asistir a la misa de 8:00 y así contemplar las antiguas imágenes. El encuentro con los titulares de la Hermandad y las noticias que sobre ella ofrecían las páginas del Bermejo acrecentaron la inquietud de Pérez Calvo y Estrada de la Roza de reorganizarla y potenciar el culto a aquellas imágenes que encontraron el cariño y esmero de las religiosas trinitarias desde hacía algo más de un siglo.
A la base documental de Bermejo y el entusiasmo de Estrada y Pérez Calvo se unió la iniciativa paralela de otro grupo de jóvenes cofrades, algunos de ellos estudiantes de Derecho y otros empleados del Banco Hispano Americano.
Esta iniciativa reorganizadora tuvo su primer antecedente documental el 15 de abril de 1915, fecha que consta en un proyecto de reglas por las cuales se había de regir y gobernar la Hermandad titulada “de la Bofetada que le dieron a nuestro Divino Redentor, Santísimo Cristo del Mayor Dolor y María Santísima del Dulce Nombre”, según consta en el Archivo General del Arzobispado de Sevilla.
Un posterior impulso se produjo un domingo del mes de octubre de 1918 en el despacho del provisor del Arzobispado a instancias de un empleado de dichas oficinas, Manuel Filpo y Silva que, conocedor de la pretensión de aquellos cofrades, favoreció una primera reunión de ambos grupos —estudiantes y bancarios— y agilizó el espaldarazo definitivo.
Mediante instancia dirigida al cardenal arzobispo de Sevilla en junio de 1919 se solicitaba formalmente la reorganización de la Hermandad. Tras los debidos trámites eclesiásticos y burocráticos, las reglas fueron aprobadas el 8 de noviembre de 1919 ad experimentum por un plazo de tres años.
Tras su aprobación, el 11 de noviembre de 1919, quedó admitida como hermandad de penitencia, segunda en antigüedad del Martes Santo.
El primer acto oficial tras la reorganización fue la celebración de un cabildo general el día 16 de noviembre de 1919. En esta importante cita se nombró director espiritual y hermano mayor al párroco de San Román y Santa Catalina, Antonio Ruiz de Vargas Muñoz. El primer culto se celebró el domingo 14 de diciembre de aquel año y consistió en una solemne función.
El 3 de enero de 1920 se celebró un importante cabildo de oficiales en el que se esbozaron los preparativos para la salida de la Cofradía. Con tanta premura, mostrar la comparecencia de Jesús ante Anás sobre un paso era imposible, por falta de imágenes secundarias y la imposibilidad temporal de encargar dichas esculturas. Aquel primer Martes Santo la imagen del Señor salió sola y maniatada. La Virgen del Dulce Nombre salió, igualmente, sin acompañamiento de San Juan Evangelista. La ilusión de los hermanos y el empeño de la junta de gobierno favorecieron la organización de la estación de penitencia en apenas 143 días.
Primeros cultos de regla
Entre los días 6 y 13 de septiembre de 1920 se celebró en la capilla del beaterio un septenario y función a la Santísima Virgen del Dulce Nombre, que contaron con la predicación de José Luis Cortés Góngora, cura regente de San Bernardo.
Aparte de la función inaugural, estos fueron los primeros cultos tras la reorganización. Hasta 1924 no se celebró el quinario. Entre 1921 y 1923 sólo se celebró una solemne función en Cuaresma a Nuestro Padre Jesús ante Anás.
Las túnicas
Tras la primera Semana Santa de 1920, la preparación de la cofradía para el siguiente año fue objetivo prioritario. En cabildo celebrado el 6 de junio de 1920 se aprobó que el color que distinguiría la túnica nazarena sería el blanco roto o color hueso, aunque por cuestiones económicas, se optaría finalmente por la túnica blanca de cola, con cinturón estrecho de esparto y la cruz trinitaria en el antifaz, la que definitivamente identificaría a nuestros nazarenos.
El antiguo paso de la Sagrada Cena y el misterio de Rodríguez Magaña
El Martes Santo de 1921 la Cofradía mostró, tímidamente, cuáles serían sus futuras y definitivas señas de identidad: las túnicas blancas, el misterio de Nuestro Padre Jesús ante Anás, y la adquisición de algunas de las primeras piezas de un vasto y rico patrimonio del que afortunadamente aún se conservan interesantes muestras. Uno de esos bienes fue el paso para el misterio de La Bofetá. Su propietaria era la Hermandad de la Sagrada Cena, en cuyo cabildo de oficiales de fecha 29 de mayo de 1920 el mayordomo dio a conocer que se había vendido en 750 pesetas. Este paso se utilizó hasta 1944.
Para conformar el misterio de Jesús ante Anás, Miguel Ángel Rodríguez Magaña cedió una imagen del Señor en pie y maniatado, tallada por él. Actualmente recibe culto en la parroquia de Santa María de las Flores y San Eugenio en el barrio sevillano de Pío XII, bajo la advocación de Jesús Cautivo. Durante los años 1921 y 1922 sería titulado “Nuestro Padre Jesús de la Humildad ante Anás”, por expreso deseo del autor y cedente.
Para completar la escena del interrogatorio y la bofetada, Rodríguez Magaña adaptó siete cabezas y siete juegos de manos a unas tallas que representaban a Anás, tres sanedritas, Malco y dos soldados romanos. Las cabezas y manos habían sido adquiridas por Antonia María Pomés a la Vera Cruz de Cádiz, y procedían de un antiguo misterio de la Sagrada Cena de esta corporación gaditana, que dejó de procesionar en 1905.
Estrenos y restauraciones
Las dos primeras estaciones de penitencia de la época reciente —1920 y 1921— sirvieron de tanteo para una Corporación ambiciosa y embarcada en grandes proyectos patrimoniales. Así entre 1922 y 1924 la cofradía acuñó el inconfundible sello que la identificaría para siempre. Palio, en 1922; manto de salida y actual misterio de Jesús ante Anás, en 1923; Dolorosa y San Juan Evangelista, en 1924, son algunos ejemplos.
Los artífices de tan importantes aportaciones artísticas para la Semana Santa hispalense fueron el diseñador y titular de uno de los más prestigiosos talleres de bordados de Sevilla, Juan Manuel Rodríguez Ojeda, y el imaginero Antonio Castillo Lastrucci, de inicial trayectoria escultórica profana y consagrado como el más prolífico imaginero de esta tierra desde que la Hermandad de Jesús ante Anás le encargara el misterio de La Bofetá y la Virgen del Dulce Nombre y San Juan Evangelista.
El legado de Juan Manuel Rodríguez Ojeda
El Martes Santo de 1922, la Virgen del Dulce Nombre estrenó el palio bordado en oro fino sobre terciopelo azul y con bambalinas caladas en malla de oro, que diseñara Juan Manuel Rodríguez Ojeda y que fue realizado en su taller de la calle Duque Cornejo. El precio fue de 28.000 pesetas. Al siguiente año se estrenó el manto de salida, del mismo diseñador. El coste, al igual que el palio, ascendió a 28.000 pesetas.
Antonio Castillo Lastrucci y el misterio de Jesús ante Anás
En octubre de 25 de octubre se formalizó el contrato con Antonio Castillo Lastrucci para la ejecución del misterio de Nuestro Padre Jesús ante Anás.
La imagen del Señor, realizada en madera de cedro y de pino policromada, fue valorada por su autor en 3.500 pesetas, mientras que por el resto de las imágenes del misterio fue pagada la suma de 6.725 pesetas. El 11 de marzo de 1923 se bendijo la imagen. Una semana después, el Domingo de Pasión 18 de marzo, Antonio Castillo Lastrucci hizo entrega de las seis esculturas que, junto al Señor, forman el misterio de la comparecencia de Cristo ante el influyente Anás.
El estreno del pasaje evangélico de La Bofetá el Martes Santo de 1923 supuso un antes y un después en la composición de los pasos de misterio. La salida procesional fue todo un acontecimiento que contó con las mejores críticas de cofrades, artistas, periodistas y público en general.
La Virgen del Dulce Nombre
En el cabildo general de 28 de noviembre de 1923 se acordó de manera unánime el encargo de las imágenes de la Santísima Virgen del Dulce Nombre y San Juan Evangelista a Antonio Castillo Lastrucci. El 4 de febrero se celebró en San Román cabildo general extraordinario en el que se aprobó por unanimidad la adquisición de ambas imágenes.
Tanto la Dolorosa como San Juan están realizados en madera de pino y firmadas por su autor en la zona escapular: A. Castillo Lastrucci.1924. El 10 de febrero fueron bendecidas tras la misa de comunión general celebrada a las 9:30.
Con la Virgen del Dulce Nombre, Antonio Castillo Lastrucci abriría las puertas de una nueva concepción iconográfica de la Santísima Virgen, creando la Dolorosa castiza, de rasgos juveniles y estableciendo un canon que otros imagineros han venido repitiendo desde entonces. El imaginero cobró 3.000 pesetas por la Dolorosa, regalando la imagen de San Juan Evangelista.