El traslado a San Antonio de Padua

En el cabildo de oficiales del 22 de abril de 1922 se trató abordó la posibilidad de un traslado a la iglesia del antiguo convento de San Antonio de Padua. El 28 de mayo de 1924 se aprobó de manera mayoritaria el traslado al templo en el que la Hermandad pasaría 44 años de su reciente historia. La autorización eclesiástica fue rápida, pues el decreto que permitía el cambio de sede fue firmado el 17 de junio de 1924, verificándose el traslado tres días después.

López Farfán y El Dulce Nombre

El multitudinario traslado procesional entre San Román y San Antonio de Padua, unido a la primera salida procesional de las nuevas imágenes de la Virgen y San Juan en 1924, serían la fuente de inspiración de Manuel López Farfán, quien el 8 de febrero de 1925 dedicó una de sus populares marchas bajo el título El Dulce Nombre.

Congreso Mariano de 1929

Coincidiendo con la Exposición Iberoamericana, la Iglesia de Sevilla organizó el I Congreso Mariano Hispanoamericano entre los días 15 y 21 de mayo de 1929. Uno de los aspectos destacados de aquel año 1929 fue la celebración de una exposición de arte mariano en la iglesia parroquial del Divino Salvador, en el que se exhibieron, entre magníficas muestras escultóricas de la devoción hispalense, varios pasos de palio y de gloria. La Hermandad fue invitada para que el paso de la Santísima Virgen del Dulce Nombre formara parte de esta exposición entre los días 15 y 21 de mayo.

La Hermandad en la II República

Durante los años 1932 a 1934, debido a los desórdenes sociales y alta conflictividad que reinó durante la II República, la Hermandad no hizo estación de penitencia, celebrando cultos internos y turnos de adoración al Santísimo en el Monumento de la Catedral.

Tras la Desamortización de Mendizábal, en 1836, la orden franciscana fue desposeída del convento de San Antonio de Padua. Durante un siglo, el viejo cenobio no estuvo regentado por la orden de San Francisco de Asís. Un sacerdote atendía a las necesidades de los fieles y la dirección espiritual de las hermandades. En estos años del primer tercio del siglo XX, la capellanía del templo recaía en el presbítero Diego González-Robles Jiménez. Este sacerdote falleció el 4 de marzo de 1933, a causa de los daños ocasionados por una brutal paliza que recibió. Por tal motivo, el párroco de San Lorenzo asumió la dirección espiritual de las hermandades residentes en San Antonio de Padua.

El convento de San Antonio no sufrió ningún ataque en aquellos convulsos años que desembocaron en la Guerra Civil. Terminada ésta, los franciscanos volvieron a San Antonio de Padua y asumiendo la dirección espiritual de la Hermandad.

Estrenos y reformas (1937-1949)

Las reformas y restauraciones de bienes patrimoniales cobraron una importancia destacada en estos años sobre en cuanto a estreno de orfebrería (respiraderos, varales, candelabros de cola y jarras), bordados (gloria del palio, saya bordada en oro fino, estandar­te, simpeca­do y túnica bordada sobre terciopelo burdeos) y sobre todo el actual paso de Nuestro Padre Jesús ante Anás (1945).

Luis Lerate Santaella y la marcha María Santísima del Dulce Nombre.

En agosto de 1955, rubricaba el violinista, compositor y catedrático de música Luis Lerate Santaella su marcha procesional María Santísima del Dulce Nombre, composición inspirada en la oración mariana de la Salve Regina. El músico hizo entrega de dos partituras, una de ellas para ser interpretada por música de capilla y otra para orquesta de cámara.

La fecha prevista de su estreno era el Martes Santo 27 de marzo de 1956. Debido a la lluvia, se suspendió la salida penitencial y por tal motivo la marcha no pudo estrenarse hasta el Martes Santo del año siguiente.

Último altar en San Antonio de Padua

La supresión de la puerta a los pies de la nave central de San Antonio de Padua acabó con la entrada habitual de los fieles junto al retablo en que recibían culto las imágenes titulares. Este hecho preocupó sobremanera a la junta de gobierno, y el superior de San Antonio de Padua y director espiritual, fray Gabriel Amez Rodríguez ofreció el antiguo altar del Sagrario, en el crucero del templo, para entronizar en él a las imágenes.  

Para adaptar el retablo a las necesidades de la Hermandad —sólo tenía una pequeña hornacina—, se tuvieron que acometer laboriosas obras de ampliación, teniendo en cuenta su altura primitiva. Figuraba en la parte superior el escudo de la Hermandad y las palabras pronunciadas por Jesús ante el tribunal de Anás: Si bene locutus sum cur me cae­dis —Si he hablado bien ¿por qué me hieres?—, en las columnas aparecen cruces trinitarias.

La bendición del retablo se celebró en el transcurso de la función en honor del Santo Cristo del Mayor Dolor, el día 10 de mayo de 1964.

La Misión General

Desde 1963 se venía gestando un proyecto evangelizador para la ciudad de Sevilla, que se llevó a cabo en 1965 de la mano del cardenal Bueno Monreal. Esta labor misionera tenía como fundamento propagar el Evangelio a todos los barrios de Sevilla; tanto a los antiguos del centro como a los más nuevos y alejados. Dentro de aquella iniciativa pastoral, la Santísima Virgen del Dulce Nombre fue designada para presidir el centro misional nº 2, zona 9ª, sito en la calle Juan de Ledesma nº 35, —en el garaje de Viajes Meliá, del barrio del Cerro del Águila, entre el 31 de enero y el 14 de febrero. A tal fin, la imagen fue trasladada, privadamente.

Durante los 15 días que la Santísima Virgen permaneció en su destino misionero cuidaron del exorno del altar y de la limpieza de aquel lugar las Hijas de la Caridad del Protectorado de la Infancia de Santa María la Blanca. Ejercieron de misioneros del centro dos padres redentoristas de la diócesis de León: Joaquín Ochoa y Antonio López Bueno, siendo el capellán el coadjutor de la parroquia de Nuestra Señora de los Dolores, Julio Segovia Marín, que sería nombrado párroco de Nuestra Señora de la O de Sevilla al año siguiente.  Una vez cumplido su cometido evangelizador, la Virgen regresó a San Antonio de Padua sobre andas cedidas por la Hermandad del Gran Poder.