Que cada paso del camino nos acerque un poco mas a Dios

La estación de penitencia

Aquí encontarás un espacio para la reflexión. A lo largo de este período iremos proponiendo oraciones y textos sobre los que meditar. Queremos ayudarte en tu Camino de Cuaresma, tu camino de conversión

La reconciliación

«Recibid el Espíritu Santo; a quienes les perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos»

La confesión

Viacrucis

«Mientras el mundo gira, la cruz permanece como signo inequívoco de amor»

El Vía Crucis es memoria pero también contemplación del rostro doliente del Señor. Al rezarlo recordamos con amor y agradecimiento lo mucho que Jesús sufrió por salvarnos del pecado.

El rezo del viacrucis

Concédeme la gracia, Señor, de ser generoso en el dary hacerlo con amor, afecto, ternura y alegría.

Ayúdame, con la fuerza de tu Santo Espíritu,
a poner siempre el corazón en cada gesto,
en cada palabra, en cada acción.
Hazme comprender,
Señor, que compartir
no es sólo dar lo material sino que es dar mi tiempo,
mi amor, mis atenciones, mis sentimientos

La limosna

Oración para el Miércoles de Ceniza.

“Señor, hoy comenzamos el tiempo de Cuaresma.
Un camino de reflexión y conversión.
La ceniza nos recuerda nuestra fragilidad
y la necesidad de volver a Dios.

Ayúdanos a ser conscientes de nuestras acciones,
permanecer fieles a tu palabra
y al igual que tú, no rechazar la cruz,
para poder compartir contigo la resurrección.

Bendice esta ceniza que vamos a recibir
como compromiso para esta Cuaresma.
Fortalece nuestra fe y llénanos de tu amor.
Amén”  Miércoles de Ceniza

Oración para el viernes después de cenizas

Señor, que este ayuno me haga crecer en comprensión hacia el hambriento, el que está desposeído, el pobre.

Haz que vea mis posesiones como dones del peregrinar que deben ser compartidos.

Dame también la gracia de la humildad y la fuerza para hacer tu Voluntad.

Señor, que este ayuno me limpie de los malos hábitos, calme mis pasiones, y aumente en mí tus virtudes.

 

El ayuno

“Señor, enséñanos a orar”

La oración pone a Dios en el centro de nuestras vidas. Nos hace encontrarnos con Él, adorarlo, alabarlo y imitarlo. Cuando nos vean a nosotros actuar que vean al mismo Cristo. Podemos acercarnos a los demás y a Dios con esa imitación perfecta de Jesucristo.

Oración

La Cuaresma y el Miércoles de Ceniza

La Cuaresma son los cuarenta días de preparación previos a la fiesta de Pascua. Es un tiempo privilegiado para mirar hacia dentro y tratar de reconocer esas cosas que nos alejan o nos acercan a Dios.

La Cuaresma tiene una duración de cuarenta días por el simbolismo religioso que tiene este número. En la Biblia aparece en más de noventa ocasiones, desde los cuarenta años que el pueblo hebreo vagó por el desierto hasta los cuarenta días que Jesús pasó en ese mismo desierto, pasando por los cuarenta días que Moisés estuvo en el monte Sinaí.

Este miércoles de ceniza nos abre la puerta para iniciar un camino para recuperar lo esencial, todo eso que la prisa, los compromisos, los cansancios, las frustraciones, el miedo van disipando y disimulando.

Es la invitación y también el desafío de adentrarnos en un tiempo bueno para el cuidado interior, para acariciar dolores, recuperar sueños, nutrir esperanzas, evaluar compromisos… Y ahí anda Dios, alentando a quien se anime a hacer experiencia de liberación. En estos cuarenta días se nos convoca a encender el GPS, recuperar el sentido de la marcha y a reajustar la ruta.

Te invitamos a buscar un momento en tu día para detenerte y comenzar la Cuaresma de la mano de Cristo. Dejarte abrazar por la ternura de Dios y presentarte en tu fragilidad.

La Ceniza

¿De dónde sale esa ceniza que usa el sacerdote? Procede de los ramos que se bendijeron en el Domingo de Ramos del año anterior. Aquellas palmas y ramas de olivo se queman y se usan para esta celebración.

Somos marcados con la señal de «la muerte» de aquellas palmas que recibieron al Señor  cuando entraba a Jerusalén ensalzado como el Mesías y que vino a liberar a su pueblo de la esclavitud.

Es una simbología que encierra una contradicción digna del cristianismo. Nuestra Patria es el Reino Eterno, pero antes, debemos pasar por las «cenizas» de la muerte.

Es el camino obligatorio. «En verdad os digo que si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda él solo; pero si muere, produce mucho fruto» (Juan 12 , 24).

El ayuno

La tradición del ayuno era muy importante en los primeros tiempos de las comunidades cristianas. Los padres de la iglesia y los santos de todas las épocas hablaban sobre su poder y beneficio.
Sigue siendo relevante hoy en día. Tiene un propósito profundo que debemos comprender para practicarlo correctamente. No se trata solo de abstenerse de comer ciertos alimentos, aunque eso también es importante. Más bien, es una forma de penitencia, de acercamiento a Dios y a nuestros semejantes. Es un camino hacia la Pascua, preparándonos para entender y vivir la pasión, muerte y resurrección de Jesús.
Cuando ayunamos, experimentamos la privación. Si se hace con humildad nos ayuda a redescubrir el regalo de Dios y a entender nuestra naturaleza como seres creados a su imagen y semejanza. Al aceptar la pobreza de forma voluntaria nos solidarizamos con los menos privilegiados y acumulamos amor recibido y compartido. En resumen, el ayuno nos ayuda a amar a Dios y a nuestros prójimos, centrándonos en ellos como en nosotros mismos.
Es fundamental para la vida del cristiano porque permite vaciarse de sí mismo, de sus deseos soberbios, de sus pretensiones equívocas de sentido, de sus alienaciones, de sus evasiones. Lo lleva a reconocerse no autosuficiente de modo que puede mirar hacia su Dios y Creador. He aquí la radicalidad del mensaje de Jesús: “Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame” Mt 16, 24.
El ayuno es una práctica que nos pone en el camino de seguimiento a Jesús, en comunidad, hacia el Padre. Es una práctica concreta que nos lleva a replantear nuestra relación con nosotros mismos, con los otros y con el mundo; involucra todas las dimensiones de nuestro ser.
Si queremos enriquecer nuestra vida, limpiarla de tanto consumismo, ¡practiquemos el ayuno!

La oración

Si tachamos unos dias en el calendario, corriendo como el que quiere adelantar días, y nos situamos en plena pasión de Jesucristo vemos al Señor en Getsemaní orando una y otra vez para recibir fortaleza. En ese momento tan difícil para Él, dijo a sus discípulos: “Velad y orad, para que no entréis en tentación” (Mateo 26:41).

Hay un medio para fortalecernos en la oración que quizá no conozcamos del todo. Cuando rezamos por alguien que está enfermo no lo hacemos porque Dios necesite que le recuerden esa necesidad sino porque es uno mismo quien necesita recordar el mandamiento de amar a Dios y al prójimo. Ambos están incluidos en esa oración: mostramos nuestro amor por Dios al acudir confiadamente a Él y nuestro amor por el prójimo al pedir por los enfermos. En el proceso nos fortalecemos nosotros mismo siendo beneficiados.
La oración es un medio para la comunicación entre nosotros y Dios. Su propósito principal es mantener la conexión con los cielos que nos ayude a recordar que somos hijos de Dios y que nuestra vida en la tierra tiene un propósito que va más allá de lo terrenal y humano. Para el cumplimiento de nuestra misión en esta tierra necesitamos la ayuda divina.

Señor mío, Jesucristo, creo firmemente que estás aquí; en estos pocos minutos de oración que empiezo ahora quiero pedirte y agradecerte. Pedirte la gracia de darme más cuenta de que Tú vives, me escuchas y me amas; tanto, que has querido morir libremente por mí en la cruz y renovar cada día en la misa ese sacrificio. Te agradezco con obras lo mucho que me amas.

¡Tuyo soy, para ti nací! ¿Qué quieres, Señor, de mí?

La limosna

En la sociedad contemporánea, donde el individualismo prevalece, la caridad implica compartir y brindar apoyo a los demás, mostrándonos solidarios especialmente con aquellos que sufren los más desfavorecidos o marginados.

En la sociedad contemporánea, donde el individualismo prevalece, la caridad implica compartir y brindar apoyo a los demás, mostrándonos solidarios especialmente con aquellos que sufren los más desfavorecidos o marginados.

Practicar la limosna nos urge como Iglesia, Es tiempo de Cuaresma nos llama a trascender del encierro en nosotros mismos, a abandonar la pasividad y a abrirnos a toda persona siendo una Iglesia acogedora, un hogar y una familia.

Dar limosna implica, a nivel personal, aprender a utilizar el "nosotros". Supone llevar el deseo de caminar junto a otros a la práctica mediante la escucha activa, el diálogo sincero y el discernimiento compartido.

Pidamos al Espíritu Santo para que en este tiempo de Cuaresma nos convirtamos en verdaderos hermanos. Mirando incluso hacia aquellos que son diferentes a nosotros para que, al caminar juntos desde la unidad en la diversidad, podamos encontrar a Cristo y su Misterio Pascual como el centro de nuestra existencia.

 

Viacrucis

Nos ofrece la oportunidad de reflexionar sobre los sufrimientos de Cristo en su camino hacia la crucifixión. Esta meditación ayuda a profundizar la comprensión de la fe y la relación personal con Dios.
Al rezar el Via Crucis recordamos el gran sacrificio que Jesús hizo por la humanidad entregando su vida en la cruz. Fortalece la fe y el agradecimiento hacia Dios por su amor incondicional.

Las estaciones del Viacrucis representan aspectos del sufrimiento humano como el dolor, la injusticia y la angustia. Al rezarlo podemos encontrar consuelo al identificarnos con el sufrimiento de Jesús y encontrar esperanza en su resurrección.

Su repetición puede ayudar en el crecimiento espiritual al profundizar en la comprensión de la fe cristiana y en la relación personal con Dios. Además, puede fortalecer la voluntad para enfrentar los propios desafíos y sufrimientos con fe y confianza en Dios.
El Via Crucis es una práctica común durante la Cuaresma, rezar el Via Crucis nos ayuda a prepararnos espiritualmente para celebrar la Pasión, Muerte y Resurrección de Jesús durante la Semana Santa.

La estación de penitencia

La estación de penitencia es un acto religioso significativo, no solo un desfile procesional. Representa la fe pública en Cristo más que una manifestación cultural. En ella convergen la procesión, la penitencia y la devoción marcando un testimonio de conversión y reconciliación.

La procesión es un aspecto de la estación pero la ésta implica una parada en nuestras vidas, simboliza el camino hacia la Jerusalén Celestial. Esta práctica, arraigada en la tradición, debe trascender la mera costumbre siendo una expresión permanente de fe, una catequesis y compromiso cristiano en comunión con la Iglesia.

Señor y Dios nuestro, rico en misericordia y fuente de todo consuelo, concédenos la gracia de que esta estación de penitencia que vamos a realizar nos ayude a identificarnos con Cristo y a ser corredentores con Él, a semejanza de la Santísima Virgen María